CONFESIONES DE UN PANFLETISTA VOCACIONAL
Revista ARTiempo N° 2 – AÑO I, Buenos Aires, Noviembre 1968, p.p. 12-13
Por Florencio Monzon
En el bar de
Córdoba y Esmeralda nos recibió Arturo Jauretche un sábado por la mañana. Las
cintas en lugar de corbata, su decir característico, sus expresiones
peculiares, lo hacen parecer intemporal. No es de esta época, aparentemente…
-
Si
me vino a ver a mi como artista, como escritor, le diré que erró el camino. Yo
no soy artista ni escritor como objetivo. Si tengo la suerte de poderme
expresar con cierta facilidad y con cierta eficacia me alegro de ello porque
facilita mi cometido. Yo soy esencialmente un político, un hombre con una honda
preocupación social y patriótica. Si en vez de ser escritor hubiera podido
mandar, haría cosas más eficaces que escribir. Por lo menos más inmediatas. Aunque
quizás al a larga tal vez escribir sea más eficaz, porque el problema argentino
ha sido la falta de conciencia de los problemas de nuestro país…
-
Sin embargo usted, como político, ha
intervenido en el proceso cultural argentino…
-
Si,
pero mi eficacia ha sido siempre como panfletista, como escritor. Como político
he fracasado siempre, he patinado, no he llegado nunca a los puestos de
conducción, sino accidentalmente; en realidad tampoco he hecho mucho por
llegar. Tal vez, cada uno tiene señalado su camino por Dios, y Dios me señala éste,
de contribuir a la formación de un pensamiento del país siguiendo la huella de
Scalabrini y otros. Hay que esclarecer. Fíjese. La película “Martin Fierro”, en
general me parece un esfuerzo meritorio y bastante bien logrado, ya que está
bien orientada, bien tomada, está realizada con propiedad; probablemente el
asesoramiento de Neira haya sido muy útil a Torre Nilsson. Pero el problema
para realizar el Martin Fierro consiste en que hay que entender qué fue Martin
Fierro. Mientras se crea que Hernández fue un escritor y no se den cuenta que
fue un político que utilizó el instrumento de la pluma para sus fines, no se
entenderá nada, y quedará el recuerdo de un degüello de una cosa sangrienta, de
una pelea inútil, de la muerte del negro, y así le darán la razón a Borges y a
otros que han aparecido últimamente que quieren convertir a Martin Fierro en un
malevo. Lo que Hernández quiso reflejar fue la derrota de todo un país frente a
la brusca irrupción de la economía que iban a construir los vencedores de
Pavón: una economía de dependencia y de inmigración sin tener en cuenta
soluciones para las masas nativas. Que eso no se comprendiera en ese momento en
que la historia se daba a favor del liberalismo, es atendible; pero que eso se
haya metido dentro de nuestra mentalidad, se forma en la escuela, en el libro y
en todos los instrumentos de difusión para que subsista cuando ya está
derrotado, cuando ya es antihistórico, francamente… Los que luchamos en
posiciones de avanzada lo hacemos porque toda la superestructura cultural está
en la retaguardia, frenando el proceso de desarrollo cultural del país. De
manera que si me ve a mí como un político que utiliza la pluma, estamos de
acuerdo. Por eso cuando se discute el éxito de si mi último libro “El medio
pelo en la sociedad argentina”, como antes “Los profetas del odio” forman parte
del “boom literario”, le digo: ¡no!, forman parte del “boom” de la nueva
mentalidad argentina, de la que forma parte el “boom literario”.
Lo que hay es una irrupción brusca de
una generación que por fin se liberó de valores falsos, se liberó de las
academias, se liberó de todas esas cosas… y en eso habrá aciertos y macanas. En
lo que yo no entiendo no me meto. Por eso no sé qué pasa con los “ditellianos”…
no entiendo. En eso yo todavía debo estar en la retaguardia.
-
Pero, ¿usted es algo agresivo, no?
-
Es
que hay que ser agresivo frente a una sociedad en retardo, una sociedad que le
niega a lo argentino su realización. No soy iracundo. He sido solidario cuando
se ha estado en la construcción. Yo he tenido, por ejemplo, muchas divergencias
con Perón, pero tan no soy iracundo que a veces pasivamente acepté muchas cosas
que algunos podrían criticar. Por ejemplo, en el 55 yo sabía que la opción era
entre la restauración del coloniaje y el peronismo. Con todos sus defectos, me
gustaba mucho más el peronismo.
-
En su obra usted ha pegado palos que
todavía están doliendo bastante…
-
No
sé. Mi objeto no es que le duela a los que reciben el palo sino iluminar a los
que son engañados por ellos. “Te lo digo Juan para que lo entiendas Pedro”. ¿Quién
puede estar dolorido…?
-
…Bueno, “Los profetas del odio…”
-
Ahh.
Sí. Yo creo que lo que he dicho es justo. No he rectificado una línea. En
alguno de ellos ha sido un error circunstancial, como ese libro que crítico, de
Irazusta, en otros ha sido un error deliberando y consciente, la toma de
posición para triunfar, como el caso de Borges, cuyo talento literario y
habilidad técnica no discuto, pero que se ha malogrado en carreras cortas. Yo
siempre digo que Borges es un tipo para ganar clásicos y está corriendo
carreras cuadreras… porque después de 60 años de obra literaria ¿qué nos va a
dejar…? Unas cositas chiquititas para que dentro de cincuenta años algún tipo
diga “…lo que se dice de Góngora…” En cambio Roberto Arlt, que no sabía
escribir, que estaba en primer grado al lado de Borges que era un maestro, será
siempre vital. Porque Borges, como bien dijo Ramón Doll, envasó, enlató (Doll
le echa la culpa a la influencia de Groussac) un talento naturalmente destinado
a grandes cosas y que parecía… Fíjese que yo con Borges no tengo nada más que
motivos personales de simpatía…a mí me es doloroso enfrentarlo…
-
¿Usted fue amigo de Borges?
-
…
Tengo un motivo personal. Mi primer libro, un poema gauchesco que escribí preso
en Corrientes, con motivo del Paso de los Libres, me lo prologó él… a su
pedido, porque ya le había enviado los originales a Manzi, para que me diera su
opinión, y Manzi me dijo que Borges lo quería prologar, y entonces se los
mandé. Y salió así, con el prólogo de él. Asi que yo no tengo motivos
personales. Lo que el hecho de que haya prologado ese libro revela que el
Borges de entonces pensaba de otra manera. Es lo que ahora niega y que
probablemente le hubiera dado una consistencia permanente a sus obra… y hubiera
salido de esas cosas minuciosas de joyería que hace.
-
¿Sigue escribiendo?
-
Estoy
por sacar el “Manual de zonceras Argentinas”. Debería estar listo a principios
de 1968, pero he estado enfermo todo este año. Hoy, por ejemplo, una zoncera
humorística que se refiere al “niño modelo”. El “niño modelo” usted sabe que es
Sarmiento, que no faltó nunca a la escuela, dice él en “Recuerdos de provincia”.
Y en la misma obra también nos dice que después fue al seminario de Córdoba,
que no pudo entrar, y uno saca la cuenta y ha estado nueve años en la escuela
primaria, sin faltar un día. No puede ser, Sarmiento era talentoso, un niño
precoz, él mismo dice que a los cinco años sabía leer y escribir de corrido… No
puede ser que durante nueve años estuviera en la escuela de primeras letras. Un
sobrinito mío, que es medio revisionista, anda diciendo que era un burro… ¡No!,
no era un burro, lo que pasa es que era mentiroso, no más.
-
Usted en “Los profetas del odio”
decía que en el 45 “la gente de 17 de octubre no lo reconocía”. Ahora, ¿la
gente lo reconoce?
-
Ahora
sí, sí… Bastante, sí…bastante, Bastante, bastante. A mi no me molesta porque
estoy en mi edad. Me molestaría si se me diera por las damas pero… como en esa
materia estoy tranquilo, ya que la edad me obliga… No necesito el incógnito.
-
¿Se siente gratificado, de alguna
manera…?
-
Bueno…es
la cordialidad. Yo estoy de vuelta ya de todas esas cosas de vanidad…Si, cuando
siento cordialidad. Cuando siento que hay alguien que me ha entendido y que a
través de entenderme me ha tomado un afecto. Y, además, la sensación de que uno
no se ha malograda. Ahora estamos en un momento de absoluta indiferencia
política, que el gobierno confunde con solidaridad. No. La gente sabe que se
sigue con el intento de restaurar un estado anterior, que comenzó con la
revolución del 55. Hay estado de indiferencia. Nadie cree en nada. Pero en la
víspera del 43 era así también. La multitud, de pronto, que estaba ajena a
todo, bajó de las tribunas de las canchas de futbol, de los espectáculos, de la
indiferencia, y ganó las calles. La gente no conocía a nadie. Y no nos conocía
a nosotros que habíamos hecho los “slogan” que coreaban. Eso es justo, que
tiene… Bendita la hora. Que pasen los vencedores sobre uno. Que más quiere uno,
que se ha pasado la vida oyendo el paso de los otros. Si en vez de pasar esa gente,
hubieran pasado los adversarios, me reconocerían para insultarme; y el menor de
los calificativos hubiera sido ese…el de “animal”, porque para eso son los “intelectuales”.
-
¿Usted siempre ha actuado pasando un
poco como un “panzer” sobre la cultura tradicional…?
-
Sí…y,
bueno, será que soy inculto, a lo mejor… Usted sabe que cuando leyeron “Los
profetas del odio” me dijeron que era un elogio al analfabetismo. Entre una
mala cultura y una incultura, prefiero la incultura. Si a uno le enseñan a leer
para que lea cosas falsas…Me puedo remitir a Chesterton y Shaw.
Seguimos
conversando con Jauretche. Nos dijo muchas otras cosas. Entre ellas, que,
cuando sea viejo, va a editar otra vez poesías, como entretenimiento,
simplemente. En realidad, no conversamos. Sólo escuchamos. Lo reconocemos.
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